Suzudo
2008-08-07 14:38:21 UTC
Sócrates confronta a Darwin:
Un estudio sobre razonamientos viciosos
Sócrates - busto Darwin - fotografía
por Gary Colwell, Ph.D.
Creation Research Society Quarterly 33(2):127 // Septiembre, 1996
Traducción al castellano: Santiago Escuain
© Copyright 1996 por la Creation Research Society (CRS), Inc.
(2ª parte)
D.: Tú sigues repicando el tambor sobre esta cuestión del cambio como si
la evolución hubiera sido descubierta ayer. Has dicho que has estado
leyendo la literatura sobre el tema. ¿No has leído nada sobre selección
natural y variación genética?
S.: Pues sí, sí que he leído sobre el tema; y a ti te habría aprovechado
leer a Mendel en lugar de haberlo dejado descuidado en tu estantería; a
fin de cuentas, él es el padre de tu teoría, ¿no? Pero no importa, lo
mismo que el resto de la teoría evolucionista, no puedo encontrar cómo
se acoplan en ella la selección natural y la variación genética. Y
dejaré de repicar el tambor si tú cambias de música.
D.: Hablando de «viejos trucos», este de hacer de desconocedor ya está
bastante gastado. Recuerdo tus trucos. Deja que adivine: ¿Ahora querrás
que te dé una lección básica sobre los mecanismos del cambio evolutivo?
S.: ¡Sí, desde luego! Y permíteme asegurarte que mi ignorancia no es
fingida. En realidad no comprendo toda esta cuestión. Por eso he venido
a ti, al experto.
D.: Bien, cuando por primera vez concebí la teoría de la evolución,
acepté la suposición lamarckiana de que los cambios hereditarios son
producidos por el medio. A fin de adaptarse a un determinado medio para
el que no estaba bien apropiado, un organismo adquiría las
características necesarias para la supervivencia. El medio, por así
decirlo, apremiaba al organismo a que adquiriese esas características —o
así nos lo creíamos. Además, yo pensaba también que como correspondencia
a este cambio en las características del organismo, también se producían
de alguna manera cambios hereditarios, de modo que los caracteres recién
adquiridos se podían transmitir a las sucesivas generaciones. Todo esto,
naturalmente, fue antes del advenimiento de la genética. Ahora aquellos
que siguen aceptando mi modelo evolucionista general creen que los
mecanismos de cambio son diferentes. Los neodarwinistas mantienen que
los cambios hereditarios son resultado de mutaciones genéticas. Dicho de
manera sencilla, en lugar de decir que el medio produce cambios
adaptivos hereditarios, ahora se dice que el cambio hereditario hace
posible la adaptación. Los cambios en la constitución genética de un
organismo alteran aquel organismo de manera que lo preparan para un
medio ambiental al que pueda emigrar. Esta preparación genética recibe a
veces el nombre de preadaptación. Permite que te dé una sencilla
ilustración. A menudo se describe que los habitantes de cuevas son
ciegos y que poseen unos órganos táctiles sumamente desarrollados. Según
mi antiguo punto de vista, la oscuridad obligó a los seres que se
instalaron en cuevas a dejar de usar sus ojos y a adquirir un agudo
sentido del tacto. El punto de vista neodarwinista revisado dice que
esto es poner el carro delante del caballo. En realidad, los seres que
vayan a habitar en cuevas han de ser equipados para la supervivencia
antes de emigrar a las cuevas. Es decir, son preadaptados por una
mutación genética que resulta en una sensibilidad táctil potenciada.
S.: Me disculparás si te hago otra pregunta simple, pero, ¿por qué iba
nadie a pensar en primer lugar que los organismos se adaptan a sus
ambientes, bien de la manera que primero propusiste, bien de la manera
que tus seguidores lo proponen en la actualidad?
D.: Bueno, evidentemente, debido a la compatibilidad que existe entre
los organismos y sus ambientes. Debe ser evidente, incluso para tu
crítica mente, lo bien que se ajustan los organismos y sus medios: donde
el medio es apropiado para acomodar al organismo, y el organismo es
idóneo para existir en su medio. Este armónico estado de cosas se puede
observar en todas partes de la tierra.
S.: Pero, ¿se han observado nunca estas adaptaciones de nuevos
organismos a nuevos medios: No me refiero sólo a aquellos cambios en
partes del organismo como colas alargándose o la piel cambiando de
color, etc., como resultado de crianza selectiva dentro de la misma
especie. Esos cambios limitados habían sido observados y eran bien
conocidos cientos de años antes que la palabra «evolución» consiguiera
ninguna difusión. Lo que quiero decir es: Ha observado alguien alguna
vez científicamente un cambio radical en un organismo a un nivel
específico o siquiera subespecífico, de manera que un organismo
radicalmente nuevo pueda ajustarse en un medio radicalmente nuevo? ¿O ha
observado nadie siquiera un organismo como un murciélago perdiendo la
vista, y luego consiguiendo un sentido potenciado táctil y auditivo, y
luego emigrando a un medio radicalmente nuevo como una cueva, donde ha
seguido viviendo y reproduciendo descendencia similarmente adaptada?
D.: Claro que no. La selección natural al nivel que me estás preguntando
no puede observarse de manera directa. Es un proceso sumamente complejo
que ha precisado de mucho tiempo.
S.: ¿Pero no estarás de acuerdo en que la adaptación a este nivel ha de
quedar demostrada antes que la evolución pueda ser considerada como una
teoría científica explicativa acerca de cómo los organismos han cambiado
radicalmente?
D.: Desde luego, los cambios tienen que haber sido radicales, pero la . . .
S.: Bueno, si cambios pequeños como las variaciones en el tamaño de un
apéndice, o en el color de alguna parte del cuerpo, no pueden constituir
la evidencia necesaria para la aparición de esos organismos radicalmente
nuevos, ¿sobre qué base argumentas que han tenido lugar unos cambios a
tan grande escala que capacitan a un organismo a adaptarse a un medio
radicalmente nuevo?
D.: Ya te lo he dicho: sobre la base de la armónica interacción de los
organismos con su medio. Los organismos tienen que haber cambiado de
forma dramática para ajustarse a nuevos ambientes ecológicos.
S.: Voy a intentar comprender lo que estás diciendo. ¿Dices que los
organismos y sus ambientes están ajustados entre sí?
D.: Sí, así es.
S.: ¿Y que concuerdan entre sí porque el organismo se adapta a su medio?
D.: Correcto.
S.: Y cuando yo te pregunto que cómo sabes que el organismo realmente se
adapta a un medio radicalmente nuevo, me dices que porque el organismo y
su medio están ajustados.
D.: Sí, esta es mi posición.
S.: ¿No ves que estas arguyendo en círculos? Saltas de la armonía que se
observa en la naturaleza a la misteriosa conclusión de que los
organismos cambian dramáticamente y que luego se adaptan a un medio
radicalmente nuevo, sin dar otro apoyo de hecho para esta gran
inferencia inductiva que el hecho evidente de la armonía con la que
comenzaste. Me parece que los evolucionistas emplean el concepto de
«idoneidad» tanto como observación de partida y como explicación final.
Los únicos hechos involucrados en tu argumento en favor de la selección
natural son los que son evidentes y aceptados por todos antes que se
llegue a ninguna inferencia. Como descripción de la manera en que los
organismos y sus medios son mutuamente apropiados, parte de lo que dices
es indiscutible; pero como pretendida explicación de cómo los organismos
han venido a la existencia, la selección natural no da realmente una
respuesta. En el mejor de los casos, podemos aprender cómo algunos
organismos ya existentes sobreviven a un cambio ambiental radical —como
el de polillas negras en árboles recubiertos de hollín—, pero no como
cambian radicalmente al sobrevivir. Te repito mi anterior crítica del
pretendido «cambio evolucionista»: el cambio que necesitas demostrar es
precisamente aquello que das como supuesto a través de todo tu
argumento. Y si vas a tomarte tales libertades con la inferencia
inductiva no deberías objetar a una inferencia alternativa de no mayor
alcance y que surge de las mismas observaciones acerca de la armonía
natural. ¿Por qué no inferir que el delicado equilibrio de la naturaleza
que se observa universalmente es la obra de un dios que . . .
D.: Podrías haber salido bien librado con esta clase de argumento en tu
época, o incluso hace cien años, pero no ahora. Creo que ya he dejado
claro que la idea de variaciones genéticas constituye una parte integral
de la teoría evolucionista como se enseña en la actualidad. Ya nadie
habla de la selección natural sin decir de modo expreso o por
implicación que las variaciones genéticas constituyen una parte integral
del proceso evolutivo.
S.: Bien, ¿estás admitiendo entonces que el principal apoyo para la
creencia en el cambio evolutivo se encuentra en la genética? Me gustaría
llegar pronto a la base de toda esta cuestión.
D.: Sí, podrías decirlo así. La evidencia para los cambios que buscas
con tantas ganas se encuentra en el hecho de las mutaciones genéticas.
S.: Pero, ¿hay realmente ninguna evidencia científica —y quiero decir
datos sólidos, no teorías imaginativas— que muestre que la forma mutante
de un organismo puede cambiarlo a nada parecido a lo que se necesita
para reproducir una nueva especie?
D.: Venga, hombre, de seguro que tienes que haber leído acerca de las
formas mutantes en plantas, animales e insectos. ¿Es que no estás
familiarizado con los experimentos de la mosca del vinagre? Se han
observado incontables mutantes de la Drosophila y están registrados en
la literatura sobre el tema.
S.: Me parece que no eres tú el único que cree que no le escuchan. Acabo
de hacer una pregunta cuyo sentido pareces dejar totalmente a un lado.
La debilidad de la explicación genética en apoyo de la evolución reside
precisamente en la pretendida evidencia que presentas en su apoyo.
Incluso si sucediera lo sumamente improbable, esto es, incluso si mil de
esos mutantes apareciera en una y la misma mosca del vinagre, seguirías
sin tener un organismo cuyo cambio total representase nada parecido a
una nueva especie realmente existente en la naturaleza. Y lo que es
importante aquí, naturalmente, es que un cambio a tan grande escala
nunca ha sido observado.
D.: No sé qué clase de literatura habrás estado leyendo, pero una
mutación que puede transformar una antena en una pata es una pieza de
evidencia bastante poderosa para el mecanismo de cambio evolutivo.
S.: Esta es una descripción muy engañosa, amigo mío. Lo que estás
sugiriendo que es el origen de una nueva estructura compleja, una pata,
es realmente sólo el cambio de una estructura ya codificada
genéticamente a un nuevo emplazamiento, el emplazamiento de la antena,
donde luego se desarrolla. Pero lo peor es que esta clase de cambio
aberrante es desventajoso para la mosca, incluso si, hablando
hipotéticamente, uno pudiera decir que se estaba añadiendo un material
genético nuevo al plan de la mosca, lo que desde luego no es el caso. Si
se va a conseguir ganar alguna ventaja con el argumento genético,
tendrás que mostrar que un organismo puede crear nuevo material genético
que aumente de manera radical la complejidad de la estructura o de la
función del organismo, capacitándolo así para adaptarse a un medio
radicalmente nuevo. Por ejemplo, si hemos evolucionado desde los
protozoos, ¿de dónde vinieron los genes para un sistema nervioso,
huesos, etc.? Hay aquí una colosal discontinuidad que debe ser salvada.
D.: Incluso así, los pequeños cambios genéticos que observamos nos dan
una buena idea operativa de cómo pudieron ocurrir cambios a gran escala
en los organismos, y producir así organismos radicalmente nuevos.
S.: ¿Ha observado alguien alguna vez esos magnos cambios genéticos que
tú imaginas pudieron haber sido el ímpetu para el avance evolutivo?
D.: No, claro que no, ¡pero el solo hecho de que no hayan sido
observados no significa que no ocurrieron! No has mostrado que esos
cambios no pudieron suceder.
S.: No, claro que no —pero tampoco significa que sucedieron. Pero, ya
que eres tú quien estás presentando la teoría, a ti te corresponde la
carga de la prueba para establecer su veracidad. No me toca a mí
satisfacer tu imposible petición, la mostrar que algunos acontecimientos
imaginados, como cambios genéticos a gran escala, y que, como
acontecimientos puramente imaginativos, no son lógicamente imposibles,
no pudieron suceder. Esta clase de demostración no se puede dar en
ningún mundo, y menos en la teoría evolucionista. Tampoco es razonable
pedir que se dé. ¿Cómo podrías tú, por ejemplo, demostrar jamás que un
creador no puede existir? Has de basar tu argumento en favor de la
evolución sobre evidencias positivas disponibles —a no ser, claro, que
decidas dar a tus ideas, tal como están ahora, un título más apropiado:
«una visión poética», o «una fe secular», o algo similar. Me temo que
todavía no te has dado cuenta de lo pesada que es la carga de la prueba
que descansa sobre tus hombros.
D.: Y me parece que tú tienes algo en contra de la especulación en
ciencia. De hecho, presentas una falsa perspectiva del proceso
científico. Oye, sería ridículo que los científicos formulasen sólo
teorías para las que ya hubiera evidencia confirmadora. Es evidente que
no es necesario presentar evidencia confirmadora de posibles
macromutaciones ventajosas antes que teorice que han tenido lugar, ¿no?
S.: No tengo nada contra la especulación, en ciencia o en cualquier otro
lugar. Sólo desearía que tú —y especialmente tus seguidores— le dierais
exactamente este nombre, en lugar de presentar grandiosas pretensiones
sobre la evidencia en favor de la evolución. Das a todo el mundo la
impresión de que la evolución está firmemente basada en hechos.
Pretendes que la genética tiene la respuesta a las preguntas sobre los
cambios que te acabo de hacer. Y en cambio, cuando se ha dicho toda la
verdad, los cambios que se pueden observar son pequeños, no radicales, y
con la mayor frecuencia desventajosos para un organismo, con lo que no
se tiene ninguna evidencia relevante para los cambios a gran escala que
la evolución demanda; o bien, los cambios son grandes pero inexistentes,
un mero producto de tu imaginación, sin base de hecho. De modo que, en
cualquiera de ambos casos, todavía no está establecido el sustento
fundamental para la afirmación de que la evolución ha tenido lugar.
D.: Te concedo que la teoría puede tener varias debilidades en cada una
de sus diversas partes explicativas, pero cuando las explicaciones se
toman en conjunto, creo que tendrás que admitir que presentan una
explicación muy convincente.
S.: Esto es lo mismo que decir que aunque un cubo con agujeros no puede
retener agua, diez cubos con agujeros sí lo harán.
D.: ¡Depende de lo lejos que quieras llevar el agua!
S.: ¡Sí, y de lo grandes que sean los agujeros! ¿Pero para llevar el
desarrollo progresivo de las formas de vida todo el camino desde los
organismos no celulares hasta el hombre? Este es un camino muy largo,
amigo mío. Tú comenzaste hablando de semejanzas estructurales y de
órganos vestigiales. Cuando te hice observar que tu explicación no sólo
contenía errores de hecho sino que también daba por supuesta sin
justificación la respuesta a mi pregunta fundamental de cambio
evolutivo, dirigiste nuestra discusión al registro fósil y a la pauta
supuestamente inequívoca que allí se exhibe. Cuando te señalé errores
factuales adicionales y enfatizé de nuevo tu persistencia en suponer sin
justificación el cambio mismo que estaba bajo discusión, luego nos
llevase a una discusión acerca de lo que son las dos aparentes columnas
de la teoría evolucionista, la selección natural y la variación
genética. Y ahora, después que has vuelto a señalar que incluso en la
explicación genética los cambios radicales se dan por supuestos, sin
evidencias de los mismos, tú quieres aún girar toda esta cuestión y
decir que de alguna manera todos los apoyos ausentes para tu teoría la
están manteniendo de alguna manera. ¿No es esta una extraña manera de
argumentar?
D.: ¿De qué otra manera puedes explicar la existencia de formas
complejas de vida?
S.: ¡Madre mía! ¿No me estarás sugiriendo que una mala teoría es mejor
que ninguna teoría? ¿Nunca se te ha ocurrido decir: «No lo sé»? Tendrías
que leer a Wittgenstein.
D.: ¡Pero en la actualidad ningún científico intelectualmente respetable
podría dudar de ello!
S.: Y éste es el problema con vosotros. Os aferráis a vuestras teorías
con un fervor tan religioso que no podéis separaros de ellas el tiempo
suficiente para hacer unas pocas preguntas básicas.
D.: Y el problema con los filósofos es que siempre están preocupados con
cuestiones de semántica. ¡Inteligentes juegos de palabras, esto es todo!
S.: Nunca he pretendido que la filosofía sea otra cosa sino el arte de
hacer preguntas incómodas acerca de suposiciones fundamentales. Di lo
que quieras contra los filósofos, pero no podrás desmontar las graves
críticas que merece tu teoría.
D.: ¿Te das cuenta de lo que estás sugiriendo? ¿Me estás pidiendo que
crea que todos esos venerables hombres de ciencia están extraviados
porque no tienen ninguna clara idea acerca del cambio evolutivo? Esta es
una sugerencia que ni merece el honor de una respuesta.
S.: No sé de esto, pero permíteme que te diga cuál es, creo yo, la
principal razón para la perpetuación de esta confusión de conceptos. La
fuerza falsamente explicativa de la teoría evolucionista deriva su poder
psicológico del hecho de que los términos antropomórficos dentro de su
narración son fácilmente comprendidos en contextos de discurso no
científico.
D.: ¿¡Y esto que rayos significa!?
S.: Considera el carácter fantasioso de las historias que se entretejen
alrededor de los registros fósiles. Leemos acerca de vertebrados que
abandonaron su medio acuático y que desarrollaron miembros locomotores
gracias a un feliz accidente. Y con sus miembros recién desarrollados,
esos anfibios aprendieron a quedarse junto a los estanques que se iban
secando progresivamente. En la historia del descenso desde los árboles
leemos de primates hominoides arborícolas que llegaron a ser habitantes
de la tierra. Adoptaron una postura erguida, alargaron y fortalecieron
sus extremidades inferiores; y las superiores pasaron a ser órganos de
la mente. Sería difícil escribir una historia más antropomórfica. Apenas
si es un gran salto imaginarse a un grupo de tortugas reuniéndose en
conferencia para hacer planes para una expedición de exploración.
Naturalmente, si estos verbos y sustantivos de acción se leen
antropomórficamente, entonces la conclusión hacia la que se mueve el
argumento evolucionista se da por supuesta desde el comienzo. Se supone
que las formas inferiores de vida se desarrollaron de alguna manera
hasta llegar a la forma compleja llamada hombre. Por ello, al comienzo
no poseían, ni siquiera en la etapa anfibia, la motivación ni la
capacidad de dirigir sus destinos, como el hombre sí puede. Hacer entrar
de contrabando en el lenguaje de la explicación la sugerencia de que así
lo hicieron es ganar un apoyo psicológico para la tesis central de la
evolución que debería ser establecido de manera legítima por medios no
semánticos.
Esta historia dramático-científica de la evolución se concibe en
términos tan generales que puede acomodar casi cualquier idea, y de
hecho así sucede. No sólo deposita en su contexto la jerga científica de
«fósiles», «estratos», etc., sino que además incorpora con facilidad el
lenguaje antropomórfico de la poesía épica. El científico aprende a
hablar a la vez de «datación radiocarbónica», «miembros en desarrollo» y
«accidentes felices». Su explicación narrativa mezcla ciencia y saga,
con un intenso énfasis en lo segundo. Y los términos de acción
antropomórficos encuentran una fácil aceptación en las mentes de los
lectores debido a que sus mentes están acostumbradas a emplear esos
términos a diario en contextos razonables y ordinarios. Por ejemplo, se
cree que «el desarrollo de las extremidades locomotoras» comunica algo
inteligible debido a que «el desarrollo de los músculos» o «el
desarrollo del talento» son cosas perfectamente razonables.
Es esta práctica de préstamos semánticos lo que hace que los libros
populares sobre la evolución sean tan vendibles. La gente ve cartas
hermosamente coloreadas y leen en los pies de ilustraciones todo acerca
de la saga de la evolución. Hasta los niños pueden repetir de manera
confiada la historia de «los anfibios desarrollando extremidades
locomotoras» y de «los reptiles emprendiendo el vuelo». Y todo esto se
hace con un aire de claro entendimiento, como si realmente se estuviera
explicando la evolución.
D.: Sócrates, me temo que tú has salido ahora a una rama muy larga de la
que tristemente no hay regreso. ¿No te das cuenta de que ningún
científico en su sano juicio pretendería que esas narraciones explican
cómo tuvo lugar la evolución? Sirven meramente como instrumento
pedagógico, esto es todo.
S.: ¿Me estás diciendo que esos relatos se emplean sólo con propósitos
de enseñanza, y que no tienen la intención de ser explicaciones del
proceso evolutivo?
D.: Sí, así es.
S.: Esto me lleva a hacer dos preguntas. Si las narraciones tienen la
intención de ser tomadas sólo como una especie de magno instrumento
mnemónico, entonces, ¿no deberían dejarlo inequívocamente claro los
escritores de estos relatos, clarificar la naturaleza metafórica de su
lenguaje? Porque desde luego parece como si la intención que tienen es
que las narraciones sean aceptadas como explicaciones. Pero mi segunda
pregunta me lleva a dudar de tu fácil interpretación de esas
narraciones. Para que la historia de la evolución represente la verdad
tiene que basarse ciertamente en un conocimiento de los mecanismos del
desarrollo evolutivo —en caso contrario no hay garantías de que la
historia se corresponda con el proceso de desarrollo real que meramente
quiere representar. Pero si la cosa es así, ¿cuáles son esos mecanismos
conocidos de cambio radical progresivo en el desarrollo de los organismos?
D.: ¡La selección natural y la variación genética, claro!
S.: Pero vuelves a argumentar en un círculo. Ya hemos visto que no hay
nada en genética que pueda explicar los cambios radicales que tu teoría
demanda. Y ahora quieres basar la épica «de los protozoos al hombre»
sobre este apoyo carente de fundamentos.
Sabes, Darwin, cuanto más hablo contigo más preguntas tengo. ¿Podría ser
que la teoría de la evolución no sea sólo un argumento en círculo
vicioso, sino incluso algo más problemático? ¿Es siquiera empíricamente
significativa? Lo que quiero preguntar es: ¿Tiene un referente empírico
la frase clave «cambio evolutivo»?
Si uno intenta descubrir cómo funciona la evolución, le dicen que los
factores causales involucrados no son observables, no son repetibles, no
son simples, y que no todos los científicos concuerdan. Y si uno quiere
ver esta cualificación negativa a gran escala sólo tiene que contemplar
la historia de esta cuestión. Cuando fracasaron el Lamarckismo y el
Darwinismo, el evolucionismo triunfó. Cuando fracasaron el Vitalismo y
el Finalismo, la evolución siguió triunfando.[1] Incluso a pesar de que
los neolamarckistas y los neodarwinistas han estado enfrentados acerca
de cuestiones cruciales, la evolución está supuestamente por encima de
la confusión y de las contradicciones.[2] ¿Qué es este cambio llamado
«evolución» que sobrevive a todas las vicisitudes de sus vagas y
contradictorias explicaciones? Este pretendido proceso, que no puede ser
repetido ni observado, ni siquiera especificado, y cuyas explicaciones
sustentantes de la selección natural y de la variación genética se
hunden bajo el peso de un análisis lógico-empírico, ¿en qué difiere de
una ausencia total de proceso?
D.: ¡Ya basta! No quiero saber nada más de estas sandeces. ¡Lo que estás
diciendo es una tontería! ¡Lárgate!
Sócrates se volvió tranquilamente y se fue calmosamente, y mientras se
abría paso entre los invitados se le oyó murmurando para sí: «Me
pregunto si estará Freud por aquí. Quizá él me pueda ayudar a comprender
lo que ha dicho Darwin.»
NOTAS:
[1] «Una teoría puede ser descrita como "vitalista" si se propone dar
una explicación sistemática de la evolución en términos de alguna
agencia singular no natural» como «la "fuerza vital", el "elan vital",
entelequias, etc.» (Goudge, p. 80).
«Así como el vitalismo no es necesariamente finalista, tampoco el
finalismo es necesariamente vitalista. Porque la esencia del finalismo
es la postura de que una condición necesaria de la evolución consiste en
su orientación hacia una meta definitiva.» La meta puede ser alcanzada
mediante «procesos determinados mecánicamente» (Goudge, p. 81). Vuelve
al texto
[2] El neolamarckismo sostiene «. . . que los efectos del uso y desuso
[de partes de un organismo], junto con otros cambios inducidos por el
medio, pueden quedar fijados en la constitución genética de las especies
. . .» (Goudge, pp. 85,86)
El neodarwinismo, dicho de manera sencilla, es darwinismo sin la
suposición lamarckiana de que los cambios hereditarios son producidos
por el medio, y con la suposición de que los cambios en la herencia
proceden de la variación genética en el organismo. Un relato completo
sería mucho más complicado que esto y revelaría que los neodarwinistas
difieren significativamente en sus perspectivas evolucionistas según la
teoría del mecanismo para la variación genética y selección natural que
mantengan. Vuelve al texto
Bibliografía Selecta
Este diálogo procede de un artículo inédito de 57 páginas escrito hace
mucho tiempo, y titulado «El lenguaje, la verdad y la lógica de la
teoría evolucionista». Este artículo, a su vez, derivó algo de su
contenido de las obras siguientes.
* Bonner, J.T. 1961. Perspectives. American Scientist 49:240-244.
* Davidheiser, B. 1969. Evolution and Christian Faith. The
Presbyterian and Reformed Publishing Co., Nutley, New Jersey.
* Dewey, J. 1951. The influence of Darwinism on philosophy. En
Classic American Philosophers, editor Max H. Fisch.
Appleton-Century-Crofts Inc., Nueva York, pp. 336-344.
* Dobzhansky, T. 1958. Evolution at work. Science 127:1091-1098.
* Flew, A. 1955. Theology and falsification. En New Essays in
Philosophical Theology, editores A. Flew y A. Macintyre. SCM Press,
Londres, pp. 96-99.
* Goldschmidt, R.B. 1952. Evolution, as viewed by one geneticist.
American Scientist 40:84-98.
* Goudge, T.A. 1961. The Ascent of Life. University of Toronto
Press, Toronto.
* Maatman, R.W. 1970. The Bible, Natural Science and Evolution.
Reformed Fellowship, Inc., Grand Rapids.
* Moore, J.N. and R.J. Cuffey. Paleontologic evidence and organic
evolution. Journal of the American Scientific Affiliation 24:160-176.
* Simpson, G.G. 1949. The Meaning of Evolution. Yale University
Press, New Haven.
* Wittgenstein, L. 1972. Lectures and conversations on aesthetics,
psychology and religious belief, editor C. Barrett, University of
California Press, Berkeley.
Observación y Agradecimiento
A lo largo de los últimos doce años, más o menos, se ha publicado un
número de libros que presentan un desafío al neodarwinismo. Los autores
que vienen a la mente son P. E Johnson, D. Davis y D. H. Kenyon. Muchos
autores han presentado denodadas defensas del neodarwinismo, siendo dos
de los más destacados de ellos S. J. Gould y M. Ruse. Ni en la redacción
de este diálogo ni en su revisión he tomado prestado de esos más
recientes autores, siendo que su tesis principal fue escrita mucho antes
de la aparición de las obras respectivas de esos autores.
Debo, sin embargo, agradecer a Jon Buell por su lectura del diálogo
antes de su revisión y por hacer varias útiles sugerencias para su mejora.
Copyright 1996 by the CREATION RESEARCH SOCIETY (CRS), Inc.
Para su original en inglés, véase:
Socrates Meets Darwin: A Study in Question Begging
NOTA:
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reproducir menos de 500 palabras de este fichero para la reventa o el
mejoramiento de cualquier otro producto para reventa, sírvase dar el
siguiente crédito:
Copyright 1996 by the Creation Research Society, P.O. Box 376, Chino
Valley, AZ 86323.
Traducción castellana de este artículo:
© SEDIN - Servicio Evangélico - Documentación - Información
Apartado 126 - 17244 CASSÀ DE LA SELVA (Girona) ESPAÑA
Nombre original de fichero: Socrates.rtf - preparado el miércoles, 18
noviembre 1998, 16:33
© SEDIN 1998
http://www.sedin.org/propesp/socrates.htm
Shiliam khemen
Siento vergüenza decirlo, pero confirmo y reconozco, que durante mucho
tiempo yo también creí en la grán mentira del evolucionismo, he aquí la
muestra:
- --
De: Suzudo
Fecha: 03/09/2006 23:25 GTM+2
Hilo: Re: Hoy aula de religión: Evolucionismo
En: es.charla.religion
http://groups.google.es/group/es.charla.religion/msg/5c1f22157db3ab3f?dmode=source
De: Suzudo
Fecha: 30/08/2006 23:09 GTM+2
Hilo: Re: evolución (o la mentira más grande jamás contada)
En: es.charla.religion
http://groups.google.es/group/es.charla.religion/msg/c4ed34fbc7bf63cc?dmode=source
De: Suzudo
Fecha: 07/09/2006 22:52 GTM+2
Hilo: Re: Preguntas a los evolucionistas
En: es.charla.religion
http://groups.google.es/group/es.charla.religion/msg/130377e970385d6f?dmode=source
De: Suzudo
Fecha: 02/09/2006 16:43 GTM+2
Hilo: Re: Hay Muchos Problemas Con la Teoría De La Evolución
En: es.charla.religion
http://groups.google.es/group/es.charla.religion/msg/77c5e275e1d1122f?dmode=source
De: Suzudo
Fecha: 31/08/2006 18:56 GTM+2
Hilo: Re: Hay Muchos Problemas Con la Teoría De La Evolución
En: es.charla.religion
http://groups.google.es/group/es.charla.religion/msg/647388da9e256c7e?dmode=source
**
http://groups.google.es/group/es.charla.religion/msg/e02cd10928744c87?dmode=source
**
De: Suzudo
Fecha: 30/08/2006 23:12 GTM+2
Hilo: Re: La Cronologia Del Eslabon Perdido
En: es.charla.religion
http://groups.google.es/group/es.charla.religion/msg/5d87436abee0b0a7?dmode=source
De: Suzudo
Fecha: 07/09/2006 22:17 GTM+2
Hilo: Re: Si tuviera una visión
En: es.charla.religion
http://groups.google.es/group/es.charla.religion/msg/f5ebbd275008f1eb?dmode=source
De: Suzudo
Fecha: Lun 14 ago 2006 - 18:34 GTM+2
Hilo: Evolución Diseño Inteligente
En: es.charla.religion
http://groups.google.es/group/es.charla.religion/msg/862ca49214c0795f?dmode=source
***************
De: Suzudo
Fecha: 04 Nov 2006 20:30:34 +0100
Hilo: ¿Eres un ser espiritual?
En: es.charla.religion
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De: Suzudo
Fecha: 02 May 2006 07:24:34 +0200
Hilo: El más patético intento de responder al reto de la Complejidad
Irreducible
En: es.charla.religion
http://groups.google.es/group/es.charla.religion/msg/b06919b4646dec1e?dmode=source
De: Suzudo
Fecha: 04 Nov 2006 01:11:53 +0100
Hilo: Mutaciones "benéficas" en el cuerpo humano?
En: es.charla.religion
http://groups.google.es/group/es.charla.religion/msg/22735bd9188ec36a?dmode=source
De: Suzudo
Fecha: 30 Aug 2006 23:08:44 +0200
Hilo: Algunos Sapos Refutan La Evolución
En: es.charla.religion
http://groups.google.es/group/es.charla.religion/msg/163f369745346f7c?dmode=source
Un estudio sobre razonamientos viciosos
Sócrates - busto Darwin - fotografía
por Gary Colwell, Ph.D.
Creation Research Society Quarterly 33(2):127 // Septiembre, 1996
Traducción al castellano: Santiago Escuain
© Copyright 1996 por la Creation Research Society (CRS), Inc.
(2ª parte)
D.: Tú sigues repicando el tambor sobre esta cuestión del cambio como si
la evolución hubiera sido descubierta ayer. Has dicho que has estado
leyendo la literatura sobre el tema. ¿No has leído nada sobre selección
natural y variación genética?
S.: Pues sí, sí que he leído sobre el tema; y a ti te habría aprovechado
leer a Mendel en lugar de haberlo dejado descuidado en tu estantería; a
fin de cuentas, él es el padre de tu teoría, ¿no? Pero no importa, lo
mismo que el resto de la teoría evolucionista, no puedo encontrar cómo
se acoplan en ella la selección natural y la variación genética. Y
dejaré de repicar el tambor si tú cambias de música.
D.: Hablando de «viejos trucos», este de hacer de desconocedor ya está
bastante gastado. Recuerdo tus trucos. Deja que adivine: ¿Ahora querrás
que te dé una lección básica sobre los mecanismos del cambio evolutivo?
S.: ¡Sí, desde luego! Y permíteme asegurarte que mi ignorancia no es
fingida. En realidad no comprendo toda esta cuestión. Por eso he venido
a ti, al experto.
D.: Bien, cuando por primera vez concebí la teoría de la evolución,
acepté la suposición lamarckiana de que los cambios hereditarios son
producidos por el medio. A fin de adaptarse a un determinado medio para
el que no estaba bien apropiado, un organismo adquiría las
características necesarias para la supervivencia. El medio, por así
decirlo, apremiaba al organismo a que adquiriese esas características —o
así nos lo creíamos. Además, yo pensaba también que como correspondencia
a este cambio en las características del organismo, también se producían
de alguna manera cambios hereditarios, de modo que los caracteres recién
adquiridos se podían transmitir a las sucesivas generaciones. Todo esto,
naturalmente, fue antes del advenimiento de la genética. Ahora aquellos
que siguen aceptando mi modelo evolucionista general creen que los
mecanismos de cambio son diferentes. Los neodarwinistas mantienen que
los cambios hereditarios son resultado de mutaciones genéticas. Dicho de
manera sencilla, en lugar de decir que el medio produce cambios
adaptivos hereditarios, ahora se dice que el cambio hereditario hace
posible la adaptación. Los cambios en la constitución genética de un
organismo alteran aquel organismo de manera que lo preparan para un
medio ambiental al que pueda emigrar. Esta preparación genética recibe a
veces el nombre de preadaptación. Permite que te dé una sencilla
ilustración. A menudo se describe que los habitantes de cuevas son
ciegos y que poseen unos órganos táctiles sumamente desarrollados. Según
mi antiguo punto de vista, la oscuridad obligó a los seres que se
instalaron en cuevas a dejar de usar sus ojos y a adquirir un agudo
sentido del tacto. El punto de vista neodarwinista revisado dice que
esto es poner el carro delante del caballo. En realidad, los seres que
vayan a habitar en cuevas han de ser equipados para la supervivencia
antes de emigrar a las cuevas. Es decir, son preadaptados por una
mutación genética que resulta en una sensibilidad táctil potenciada.
S.: Me disculparás si te hago otra pregunta simple, pero, ¿por qué iba
nadie a pensar en primer lugar que los organismos se adaptan a sus
ambientes, bien de la manera que primero propusiste, bien de la manera
que tus seguidores lo proponen en la actualidad?
D.: Bueno, evidentemente, debido a la compatibilidad que existe entre
los organismos y sus ambientes. Debe ser evidente, incluso para tu
crítica mente, lo bien que se ajustan los organismos y sus medios: donde
el medio es apropiado para acomodar al organismo, y el organismo es
idóneo para existir en su medio. Este armónico estado de cosas se puede
observar en todas partes de la tierra.
S.: Pero, ¿se han observado nunca estas adaptaciones de nuevos
organismos a nuevos medios: No me refiero sólo a aquellos cambios en
partes del organismo como colas alargándose o la piel cambiando de
color, etc., como resultado de crianza selectiva dentro de la misma
especie. Esos cambios limitados habían sido observados y eran bien
conocidos cientos de años antes que la palabra «evolución» consiguiera
ninguna difusión. Lo que quiero decir es: Ha observado alguien alguna
vez científicamente un cambio radical en un organismo a un nivel
específico o siquiera subespecífico, de manera que un organismo
radicalmente nuevo pueda ajustarse en un medio radicalmente nuevo? ¿O ha
observado nadie siquiera un organismo como un murciélago perdiendo la
vista, y luego consiguiendo un sentido potenciado táctil y auditivo, y
luego emigrando a un medio radicalmente nuevo como una cueva, donde ha
seguido viviendo y reproduciendo descendencia similarmente adaptada?
D.: Claro que no. La selección natural al nivel que me estás preguntando
no puede observarse de manera directa. Es un proceso sumamente complejo
que ha precisado de mucho tiempo.
S.: ¿Pero no estarás de acuerdo en que la adaptación a este nivel ha de
quedar demostrada antes que la evolución pueda ser considerada como una
teoría científica explicativa acerca de cómo los organismos han cambiado
radicalmente?
D.: Desde luego, los cambios tienen que haber sido radicales, pero la . . .
S.: Bueno, si cambios pequeños como las variaciones en el tamaño de un
apéndice, o en el color de alguna parte del cuerpo, no pueden constituir
la evidencia necesaria para la aparición de esos organismos radicalmente
nuevos, ¿sobre qué base argumentas que han tenido lugar unos cambios a
tan grande escala que capacitan a un organismo a adaptarse a un medio
radicalmente nuevo?
D.: Ya te lo he dicho: sobre la base de la armónica interacción de los
organismos con su medio. Los organismos tienen que haber cambiado de
forma dramática para ajustarse a nuevos ambientes ecológicos.
S.: Voy a intentar comprender lo que estás diciendo. ¿Dices que los
organismos y sus ambientes están ajustados entre sí?
D.: Sí, así es.
S.: ¿Y que concuerdan entre sí porque el organismo se adapta a su medio?
D.: Correcto.
S.: Y cuando yo te pregunto que cómo sabes que el organismo realmente se
adapta a un medio radicalmente nuevo, me dices que porque el organismo y
su medio están ajustados.
D.: Sí, esta es mi posición.
S.: ¿No ves que estas arguyendo en círculos? Saltas de la armonía que se
observa en la naturaleza a la misteriosa conclusión de que los
organismos cambian dramáticamente y que luego se adaptan a un medio
radicalmente nuevo, sin dar otro apoyo de hecho para esta gran
inferencia inductiva que el hecho evidente de la armonía con la que
comenzaste. Me parece que los evolucionistas emplean el concepto de
«idoneidad» tanto como observación de partida y como explicación final.
Los únicos hechos involucrados en tu argumento en favor de la selección
natural son los que son evidentes y aceptados por todos antes que se
llegue a ninguna inferencia. Como descripción de la manera en que los
organismos y sus medios son mutuamente apropiados, parte de lo que dices
es indiscutible; pero como pretendida explicación de cómo los organismos
han venido a la existencia, la selección natural no da realmente una
respuesta. En el mejor de los casos, podemos aprender cómo algunos
organismos ya existentes sobreviven a un cambio ambiental radical —como
el de polillas negras en árboles recubiertos de hollín—, pero no como
cambian radicalmente al sobrevivir. Te repito mi anterior crítica del
pretendido «cambio evolucionista»: el cambio que necesitas demostrar es
precisamente aquello que das como supuesto a través de todo tu
argumento. Y si vas a tomarte tales libertades con la inferencia
inductiva no deberías objetar a una inferencia alternativa de no mayor
alcance y que surge de las mismas observaciones acerca de la armonía
natural. ¿Por qué no inferir que el delicado equilibrio de la naturaleza
que se observa universalmente es la obra de un dios que . . .
D.: Podrías haber salido bien librado con esta clase de argumento en tu
época, o incluso hace cien años, pero no ahora. Creo que ya he dejado
claro que la idea de variaciones genéticas constituye una parte integral
de la teoría evolucionista como se enseña en la actualidad. Ya nadie
habla de la selección natural sin decir de modo expreso o por
implicación que las variaciones genéticas constituyen una parte integral
del proceso evolutivo.
S.: Bien, ¿estás admitiendo entonces que el principal apoyo para la
creencia en el cambio evolutivo se encuentra en la genética? Me gustaría
llegar pronto a la base de toda esta cuestión.
D.: Sí, podrías decirlo así. La evidencia para los cambios que buscas
con tantas ganas se encuentra en el hecho de las mutaciones genéticas.
S.: Pero, ¿hay realmente ninguna evidencia científica —y quiero decir
datos sólidos, no teorías imaginativas— que muestre que la forma mutante
de un organismo puede cambiarlo a nada parecido a lo que se necesita
para reproducir una nueva especie?
D.: Venga, hombre, de seguro que tienes que haber leído acerca de las
formas mutantes en plantas, animales e insectos. ¿Es que no estás
familiarizado con los experimentos de la mosca del vinagre? Se han
observado incontables mutantes de la Drosophila y están registrados en
la literatura sobre el tema.
S.: Me parece que no eres tú el único que cree que no le escuchan. Acabo
de hacer una pregunta cuyo sentido pareces dejar totalmente a un lado.
La debilidad de la explicación genética en apoyo de la evolución reside
precisamente en la pretendida evidencia que presentas en su apoyo.
Incluso si sucediera lo sumamente improbable, esto es, incluso si mil de
esos mutantes apareciera en una y la misma mosca del vinagre, seguirías
sin tener un organismo cuyo cambio total representase nada parecido a
una nueva especie realmente existente en la naturaleza. Y lo que es
importante aquí, naturalmente, es que un cambio a tan grande escala
nunca ha sido observado.
D.: No sé qué clase de literatura habrás estado leyendo, pero una
mutación que puede transformar una antena en una pata es una pieza de
evidencia bastante poderosa para el mecanismo de cambio evolutivo.
S.: Esta es una descripción muy engañosa, amigo mío. Lo que estás
sugiriendo que es el origen de una nueva estructura compleja, una pata,
es realmente sólo el cambio de una estructura ya codificada
genéticamente a un nuevo emplazamiento, el emplazamiento de la antena,
donde luego se desarrolla. Pero lo peor es que esta clase de cambio
aberrante es desventajoso para la mosca, incluso si, hablando
hipotéticamente, uno pudiera decir que se estaba añadiendo un material
genético nuevo al plan de la mosca, lo que desde luego no es el caso. Si
se va a conseguir ganar alguna ventaja con el argumento genético,
tendrás que mostrar que un organismo puede crear nuevo material genético
que aumente de manera radical la complejidad de la estructura o de la
función del organismo, capacitándolo así para adaptarse a un medio
radicalmente nuevo. Por ejemplo, si hemos evolucionado desde los
protozoos, ¿de dónde vinieron los genes para un sistema nervioso,
huesos, etc.? Hay aquí una colosal discontinuidad que debe ser salvada.
D.: Incluso así, los pequeños cambios genéticos que observamos nos dan
una buena idea operativa de cómo pudieron ocurrir cambios a gran escala
en los organismos, y producir así organismos radicalmente nuevos.
S.: ¿Ha observado alguien alguna vez esos magnos cambios genéticos que
tú imaginas pudieron haber sido el ímpetu para el avance evolutivo?
D.: No, claro que no, ¡pero el solo hecho de que no hayan sido
observados no significa que no ocurrieron! No has mostrado que esos
cambios no pudieron suceder.
S.: No, claro que no —pero tampoco significa que sucedieron. Pero, ya
que eres tú quien estás presentando la teoría, a ti te corresponde la
carga de la prueba para establecer su veracidad. No me toca a mí
satisfacer tu imposible petición, la mostrar que algunos acontecimientos
imaginados, como cambios genéticos a gran escala, y que, como
acontecimientos puramente imaginativos, no son lógicamente imposibles,
no pudieron suceder. Esta clase de demostración no se puede dar en
ningún mundo, y menos en la teoría evolucionista. Tampoco es razonable
pedir que se dé. ¿Cómo podrías tú, por ejemplo, demostrar jamás que un
creador no puede existir? Has de basar tu argumento en favor de la
evolución sobre evidencias positivas disponibles —a no ser, claro, que
decidas dar a tus ideas, tal como están ahora, un título más apropiado:
«una visión poética», o «una fe secular», o algo similar. Me temo que
todavía no te has dado cuenta de lo pesada que es la carga de la prueba
que descansa sobre tus hombros.
D.: Y me parece que tú tienes algo en contra de la especulación en
ciencia. De hecho, presentas una falsa perspectiva del proceso
científico. Oye, sería ridículo que los científicos formulasen sólo
teorías para las que ya hubiera evidencia confirmadora. Es evidente que
no es necesario presentar evidencia confirmadora de posibles
macromutaciones ventajosas antes que teorice que han tenido lugar, ¿no?
S.: No tengo nada contra la especulación, en ciencia o en cualquier otro
lugar. Sólo desearía que tú —y especialmente tus seguidores— le dierais
exactamente este nombre, en lugar de presentar grandiosas pretensiones
sobre la evidencia en favor de la evolución. Das a todo el mundo la
impresión de que la evolución está firmemente basada en hechos.
Pretendes que la genética tiene la respuesta a las preguntas sobre los
cambios que te acabo de hacer. Y en cambio, cuando se ha dicho toda la
verdad, los cambios que se pueden observar son pequeños, no radicales, y
con la mayor frecuencia desventajosos para un organismo, con lo que no
se tiene ninguna evidencia relevante para los cambios a gran escala que
la evolución demanda; o bien, los cambios son grandes pero inexistentes,
un mero producto de tu imaginación, sin base de hecho. De modo que, en
cualquiera de ambos casos, todavía no está establecido el sustento
fundamental para la afirmación de que la evolución ha tenido lugar.
D.: Te concedo que la teoría puede tener varias debilidades en cada una
de sus diversas partes explicativas, pero cuando las explicaciones se
toman en conjunto, creo que tendrás que admitir que presentan una
explicación muy convincente.
S.: Esto es lo mismo que decir que aunque un cubo con agujeros no puede
retener agua, diez cubos con agujeros sí lo harán.
D.: ¡Depende de lo lejos que quieras llevar el agua!
S.: ¡Sí, y de lo grandes que sean los agujeros! ¿Pero para llevar el
desarrollo progresivo de las formas de vida todo el camino desde los
organismos no celulares hasta el hombre? Este es un camino muy largo,
amigo mío. Tú comenzaste hablando de semejanzas estructurales y de
órganos vestigiales. Cuando te hice observar que tu explicación no sólo
contenía errores de hecho sino que también daba por supuesta sin
justificación la respuesta a mi pregunta fundamental de cambio
evolutivo, dirigiste nuestra discusión al registro fósil y a la pauta
supuestamente inequívoca que allí se exhibe. Cuando te señalé errores
factuales adicionales y enfatizé de nuevo tu persistencia en suponer sin
justificación el cambio mismo que estaba bajo discusión, luego nos
llevase a una discusión acerca de lo que son las dos aparentes columnas
de la teoría evolucionista, la selección natural y la variación
genética. Y ahora, después que has vuelto a señalar que incluso en la
explicación genética los cambios radicales se dan por supuestos, sin
evidencias de los mismos, tú quieres aún girar toda esta cuestión y
decir que de alguna manera todos los apoyos ausentes para tu teoría la
están manteniendo de alguna manera. ¿No es esta una extraña manera de
argumentar?
D.: ¿De qué otra manera puedes explicar la existencia de formas
complejas de vida?
S.: ¡Madre mía! ¿No me estarás sugiriendo que una mala teoría es mejor
que ninguna teoría? ¿Nunca se te ha ocurrido decir: «No lo sé»? Tendrías
que leer a Wittgenstein.
D.: ¡Pero en la actualidad ningún científico intelectualmente respetable
podría dudar de ello!
S.: Y éste es el problema con vosotros. Os aferráis a vuestras teorías
con un fervor tan religioso que no podéis separaros de ellas el tiempo
suficiente para hacer unas pocas preguntas básicas.
D.: Y el problema con los filósofos es que siempre están preocupados con
cuestiones de semántica. ¡Inteligentes juegos de palabras, esto es todo!
S.: Nunca he pretendido que la filosofía sea otra cosa sino el arte de
hacer preguntas incómodas acerca de suposiciones fundamentales. Di lo
que quieras contra los filósofos, pero no podrás desmontar las graves
críticas que merece tu teoría.
D.: ¿Te das cuenta de lo que estás sugiriendo? ¿Me estás pidiendo que
crea que todos esos venerables hombres de ciencia están extraviados
porque no tienen ninguna clara idea acerca del cambio evolutivo? Esta es
una sugerencia que ni merece el honor de una respuesta.
S.: No sé de esto, pero permíteme que te diga cuál es, creo yo, la
principal razón para la perpetuación de esta confusión de conceptos. La
fuerza falsamente explicativa de la teoría evolucionista deriva su poder
psicológico del hecho de que los términos antropomórficos dentro de su
narración son fácilmente comprendidos en contextos de discurso no
científico.
D.: ¿¡Y esto que rayos significa!?
S.: Considera el carácter fantasioso de las historias que se entretejen
alrededor de los registros fósiles. Leemos acerca de vertebrados que
abandonaron su medio acuático y que desarrollaron miembros locomotores
gracias a un feliz accidente. Y con sus miembros recién desarrollados,
esos anfibios aprendieron a quedarse junto a los estanques que se iban
secando progresivamente. En la historia del descenso desde los árboles
leemos de primates hominoides arborícolas que llegaron a ser habitantes
de la tierra. Adoptaron una postura erguida, alargaron y fortalecieron
sus extremidades inferiores; y las superiores pasaron a ser órganos de
la mente. Sería difícil escribir una historia más antropomórfica. Apenas
si es un gran salto imaginarse a un grupo de tortugas reuniéndose en
conferencia para hacer planes para una expedición de exploración.
Naturalmente, si estos verbos y sustantivos de acción se leen
antropomórficamente, entonces la conclusión hacia la que se mueve el
argumento evolucionista se da por supuesta desde el comienzo. Se supone
que las formas inferiores de vida se desarrollaron de alguna manera
hasta llegar a la forma compleja llamada hombre. Por ello, al comienzo
no poseían, ni siquiera en la etapa anfibia, la motivación ni la
capacidad de dirigir sus destinos, como el hombre sí puede. Hacer entrar
de contrabando en el lenguaje de la explicación la sugerencia de que así
lo hicieron es ganar un apoyo psicológico para la tesis central de la
evolución que debería ser establecido de manera legítima por medios no
semánticos.
Esta historia dramático-científica de la evolución se concibe en
términos tan generales que puede acomodar casi cualquier idea, y de
hecho así sucede. No sólo deposita en su contexto la jerga científica de
«fósiles», «estratos», etc., sino que además incorpora con facilidad el
lenguaje antropomórfico de la poesía épica. El científico aprende a
hablar a la vez de «datación radiocarbónica», «miembros en desarrollo» y
«accidentes felices». Su explicación narrativa mezcla ciencia y saga,
con un intenso énfasis en lo segundo. Y los términos de acción
antropomórficos encuentran una fácil aceptación en las mentes de los
lectores debido a que sus mentes están acostumbradas a emplear esos
términos a diario en contextos razonables y ordinarios. Por ejemplo, se
cree que «el desarrollo de las extremidades locomotoras» comunica algo
inteligible debido a que «el desarrollo de los músculos» o «el
desarrollo del talento» son cosas perfectamente razonables.
Es esta práctica de préstamos semánticos lo que hace que los libros
populares sobre la evolución sean tan vendibles. La gente ve cartas
hermosamente coloreadas y leen en los pies de ilustraciones todo acerca
de la saga de la evolución. Hasta los niños pueden repetir de manera
confiada la historia de «los anfibios desarrollando extremidades
locomotoras» y de «los reptiles emprendiendo el vuelo». Y todo esto se
hace con un aire de claro entendimiento, como si realmente se estuviera
explicando la evolución.
D.: Sócrates, me temo que tú has salido ahora a una rama muy larga de la
que tristemente no hay regreso. ¿No te das cuenta de que ningún
científico en su sano juicio pretendería que esas narraciones explican
cómo tuvo lugar la evolución? Sirven meramente como instrumento
pedagógico, esto es todo.
S.: ¿Me estás diciendo que esos relatos se emplean sólo con propósitos
de enseñanza, y que no tienen la intención de ser explicaciones del
proceso evolutivo?
D.: Sí, así es.
S.: Esto me lleva a hacer dos preguntas. Si las narraciones tienen la
intención de ser tomadas sólo como una especie de magno instrumento
mnemónico, entonces, ¿no deberían dejarlo inequívocamente claro los
escritores de estos relatos, clarificar la naturaleza metafórica de su
lenguaje? Porque desde luego parece como si la intención que tienen es
que las narraciones sean aceptadas como explicaciones. Pero mi segunda
pregunta me lleva a dudar de tu fácil interpretación de esas
narraciones. Para que la historia de la evolución represente la verdad
tiene que basarse ciertamente en un conocimiento de los mecanismos del
desarrollo evolutivo —en caso contrario no hay garantías de que la
historia se corresponda con el proceso de desarrollo real que meramente
quiere representar. Pero si la cosa es así, ¿cuáles son esos mecanismos
conocidos de cambio radical progresivo en el desarrollo de los organismos?
D.: ¡La selección natural y la variación genética, claro!
S.: Pero vuelves a argumentar en un círculo. Ya hemos visto que no hay
nada en genética que pueda explicar los cambios radicales que tu teoría
demanda. Y ahora quieres basar la épica «de los protozoos al hombre»
sobre este apoyo carente de fundamentos.
Sabes, Darwin, cuanto más hablo contigo más preguntas tengo. ¿Podría ser
que la teoría de la evolución no sea sólo un argumento en círculo
vicioso, sino incluso algo más problemático? ¿Es siquiera empíricamente
significativa? Lo que quiero preguntar es: ¿Tiene un referente empírico
la frase clave «cambio evolutivo»?
Si uno intenta descubrir cómo funciona la evolución, le dicen que los
factores causales involucrados no son observables, no son repetibles, no
son simples, y que no todos los científicos concuerdan. Y si uno quiere
ver esta cualificación negativa a gran escala sólo tiene que contemplar
la historia de esta cuestión. Cuando fracasaron el Lamarckismo y el
Darwinismo, el evolucionismo triunfó. Cuando fracasaron el Vitalismo y
el Finalismo, la evolución siguió triunfando.[1] Incluso a pesar de que
los neolamarckistas y los neodarwinistas han estado enfrentados acerca
de cuestiones cruciales, la evolución está supuestamente por encima de
la confusión y de las contradicciones.[2] ¿Qué es este cambio llamado
«evolución» que sobrevive a todas las vicisitudes de sus vagas y
contradictorias explicaciones? Este pretendido proceso, que no puede ser
repetido ni observado, ni siquiera especificado, y cuyas explicaciones
sustentantes de la selección natural y de la variación genética se
hunden bajo el peso de un análisis lógico-empírico, ¿en qué difiere de
una ausencia total de proceso?
D.: ¡Ya basta! No quiero saber nada más de estas sandeces. ¡Lo que estás
diciendo es una tontería! ¡Lárgate!
Sócrates se volvió tranquilamente y se fue calmosamente, y mientras se
abría paso entre los invitados se le oyó murmurando para sí: «Me
pregunto si estará Freud por aquí. Quizá él me pueda ayudar a comprender
lo que ha dicho Darwin.»
NOTAS:
[1] «Una teoría puede ser descrita como "vitalista" si se propone dar
una explicación sistemática de la evolución en términos de alguna
agencia singular no natural» como «la "fuerza vital", el "elan vital",
entelequias, etc.» (Goudge, p. 80).
«Así como el vitalismo no es necesariamente finalista, tampoco el
finalismo es necesariamente vitalista. Porque la esencia del finalismo
es la postura de que una condición necesaria de la evolución consiste en
su orientación hacia una meta definitiva.» La meta puede ser alcanzada
mediante «procesos determinados mecánicamente» (Goudge, p. 81). Vuelve
al texto
[2] El neolamarckismo sostiene «. . . que los efectos del uso y desuso
[de partes de un organismo], junto con otros cambios inducidos por el
medio, pueden quedar fijados en la constitución genética de las especies
. . .» (Goudge, pp. 85,86)
El neodarwinismo, dicho de manera sencilla, es darwinismo sin la
suposición lamarckiana de que los cambios hereditarios son producidos
por el medio, y con la suposición de que los cambios en la herencia
proceden de la variación genética en el organismo. Un relato completo
sería mucho más complicado que esto y revelaría que los neodarwinistas
difieren significativamente en sus perspectivas evolucionistas según la
teoría del mecanismo para la variación genética y selección natural que
mantengan. Vuelve al texto
Bibliografía Selecta
Este diálogo procede de un artículo inédito de 57 páginas escrito hace
mucho tiempo, y titulado «El lenguaje, la verdad y la lógica de la
teoría evolucionista». Este artículo, a su vez, derivó algo de su
contenido de las obras siguientes.
* Bonner, J.T. 1961. Perspectives. American Scientist 49:240-244.
* Davidheiser, B. 1969. Evolution and Christian Faith. The
Presbyterian and Reformed Publishing Co., Nutley, New Jersey.
* Dewey, J. 1951. The influence of Darwinism on philosophy. En
Classic American Philosophers, editor Max H. Fisch.
Appleton-Century-Crofts Inc., Nueva York, pp. 336-344.
* Dobzhansky, T. 1958. Evolution at work. Science 127:1091-1098.
* Flew, A. 1955. Theology and falsification. En New Essays in
Philosophical Theology, editores A. Flew y A. Macintyre. SCM Press,
Londres, pp. 96-99.
* Goldschmidt, R.B. 1952. Evolution, as viewed by one geneticist.
American Scientist 40:84-98.
* Goudge, T.A. 1961. The Ascent of Life. University of Toronto
Press, Toronto.
* Maatman, R.W. 1970. The Bible, Natural Science and Evolution.
Reformed Fellowship, Inc., Grand Rapids.
* Moore, J.N. and R.J. Cuffey. Paleontologic evidence and organic
evolution. Journal of the American Scientific Affiliation 24:160-176.
* Simpson, G.G. 1949. The Meaning of Evolution. Yale University
Press, New Haven.
* Wittgenstein, L. 1972. Lectures and conversations on aesthetics,
psychology and religious belief, editor C. Barrett, University of
California Press, Berkeley.
Observación y Agradecimiento
A lo largo de los últimos doce años, más o menos, se ha publicado un
número de libros que presentan un desafío al neodarwinismo. Los autores
que vienen a la mente son P. E Johnson, D. Davis y D. H. Kenyon. Muchos
autores han presentado denodadas defensas del neodarwinismo, siendo dos
de los más destacados de ellos S. J. Gould y M. Ruse. Ni en la redacción
de este diálogo ni en su revisión he tomado prestado de esos más
recientes autores, siendo que su tesis principal fue escrita mucho antes
de la aparición de las obras respectivas de esos autores.
Debo, sin embargo, agradecer a Jon Buell por su lectura del diálogo
antes de su revisión y por hacer varias útiles sugerencias para su mejora.
Copyright 1996 by the CREATION RESEARCH SOCIETY (CRS), Inc.
Para su original en inglés, véase:
Socrates Meets Darwin: A Study in Question Begging
NOTA:
Este fichero es de propiedad exclusiva de la Creation Research Society y
no puede ser alterado ni cambiado en forma alguna. Puede ser reproducido
sólo en su integridad para circularlo gratuitamente. Todas las
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reservados (Copyright) que se da al principio de este fichero [esto es:
"Copyright 1996 by the CREATION RESEARCH SOCIETY (CRS), Inc."].
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Society para su reventa o para el mejoramiento de ningún otro producto
puesto a la venta. Esto incluye todo su contenido con la excepción de
breves citas que no deben exceder las 500 palabras en total. Si desea
reproducir menos de 500 palabras de este fichero para la reventa o el
mejoramiento de cualquier otro producto para reventa, sírvase dar el
siguiente crédito:
Copyright 1996 by the Creation Research Society, P.O. Box 376, Chino
Valley, AZ 86323.
Traducción castellana de este artículo:
© SEDIN - Servicio Evangélico - Documentación - Información
Apartado 126 - 17244 CASSÀ DE LA SELVA (Girona) ESPAÑA
Nombre original de fichero: Socrates.rtf - preparado el miércoles, 18
noviembre 1998, 16:33
© SEDIN 1998
http://www.sedin.org/propesp/socrates.htm
Shiliam khemen
Siento vergüenza decirlo, pero confirmo y reconozco, que durante mucho
tiempo yo también creí en la grán mentira del evolucionismo, he aquí la
muestra:
- --
De: Suzudo
Fecha: 03/09/2006 23:25 GTM+2
Hilo: Re: Hoy aula de religión: Evolucionismo
En: es.charla.religion
http://groups.google.es/group/es.charla.religion/msg/5c1f22157db3ab3f?dmode=source
De: Suzudo
Fecha: 30/08/2006 23:09 GTM+2
Hilo: Re: evolución (o la mentira más grande jamás contada)
En: es.charla.religion
http://groups.google.es/group/es.charla.religion/msg/c4ed34fbc7bf63cc?dmode=source
De: Suzudo
Fecha: 07/09/2006 22:52 GTM+2
Hilo: Re: Preguntas a los evolucionistas
En: es.charla.religion
http://groups.google.es/group/es.charla.religion/msg/130377e970385d6f?dmode=source
De: Suzudo
Fecha: 02/09/2006 16:43 GTM+2
Hilo: Re: Hay Muchos Problemas Con la Teoría De La Evolución
En: es.charla.religion
http://groups.google.es/group/es.charla.religion/msg/77c5e275e1d1122f?dmode=source
De: Suzudo
Fecha: 31/08/2006 18:56 GTM+2
Hilo: Re: Hay Muchos Problemas Con la Teoría De La Evolución
En: es.charla.religion
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De: Suzudo
Fecha: 30/08/2006 23:12 GTM+2
Hilo: Re: La Cronologia Del Eslabon Perdido
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De: Suzudo
Fecha: 07/09/2006 22:17 GTM+2
Hilo: Re: Si tuviera una visión
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De: Suzudo
Fecha: Lun 14 ago 2006 - 18:34 GTM+2
Hilo: Evolución Diseño Inteligente
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De: Suzudo
Fecha: 04 Nov 2006 20:30:34 +0100
Hilo: ¿Eres un ser espiritual?
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De: Suzudo
Fecha: 02 May 2006 07:24:34 +0200
Hilo: El más patético intento de responder al reto de la Complejidad
Irreducible
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De: Suzudo
Fecha: 04 Nov 2006 01:11:53 +0100
Hilo: Mutaciones "benéficas" en el cuerpo humano?
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De: Suzudo
Fecha: 30 Aug 2006 23:08:44 +0200
Hilo: Algunos Sapos Refutan La Evolución
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